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Las mujeres no entienden de fútbol

Eso dicen los hombres: las mujeres no entienden/saben de fútbol. Ok. Yo podría aquí decir que no es así, que es injusta la generalización, que no se ajusta a lo que algunas mujeres evidencian. Y un largo etcétera. Pero no diré eso. Asumiré lo que sigue: las mujeres no entendemos el fútbol como lo entienden los hombres, y no sabemos de fútbol lo que los hombres pretenden que sepamos.
Qué es el fútbol? Un deporte de conjunto, con once de un lado, once del otro, un árbitro que media en acciones conflictivas, comienza y da por concluido el juego con asistencia de los "líneas", que son sus recursos visuales. Supongo que hombres y mujeres estaremos más o menos de acuerdo en esta definición sobre el fútbol. Sin embargo, a poco de andar, surge la primera digresión: el fútbol es un juego? Nooo, gritan ofendidos los hombres. Sí, dale, dicen codeándose entre sí las mujeres; es un juego, tontito, no pasa nada. De verdad.
El fútbol que vemos por la tele, como toda actividad deportiva televisada, no sigue pura y estrictamente las reglas del deporte sino que las entremezcla y confunde con las del show business. Porque a nadie se le escapa que si no existiera la tele -o la radio, pero principalmente la tele-, prácticamente nada de lo que hoy constituye la columna vertebral del deporte, sería tal. Para empezar, los futbolistas serían tan conocidos como cualquier deportista cuya especialidad no es habitual y globalmente televisada, por ejemplo, como un remero, un jugador de bádmington, o de pato. Sería un desconocido más, intentando vivir de la pasión y con el esforzado sufrimiento que supone entrenar para resultados tan ambiciosos como una medalla o un trofeo. Y nada más. Nada de millones en una cuenta bancaria, nada de ser la estrella del Olimpo de los dioses del six pack, nada de chicas disputando en las redes ser la de mayor agrado de estos chicos espeluznantemente lindos, jóvenes. Y ricos. Nada de todo eso. Imagínenlo. Porque todo eso es la tele, no el fútbol: separemos las papas de las batatas. ¿Que hoy es impensable separar el fútbol de grandes ligas de su televisación? Así es. De todos modos, siguen siendo dos cosas diferentes.
Las mujeres comprendemos que los hombres no perciben esa pared de hormigón, esa cortina de hierro que divide al deporte de su naturaleza o cualidad comunicacional. Fútbol, ESPN, FoxSports, TyC, el fútbol, las horas de especulación televisada, todo es lo mismo, una masa indivisa. Obvio que es así en el mundo masculino, porque en el preciso instante en que se sentaron frente al tele, con o sin cerveza en mano, con o sin picada al alcance, desconectan el chip realidad circundante y sólo tiene luz encendida el chip "daaaaale, pasalaaaa, nanana" y otras versiones más actualizadas. Urbe et orbi. El pibe de dos años se abrió la cabeza contra el borde de la mesada: "qué se le va a hacer... ¡pero mirá dónde le puso Messi el pase a Di María, y la mandó por arriba del travesaño. Volvé al PSG, volvé, a pasear por el Sena y a rezar en Sacre Coeur, haceme el favor". "Gordito, el nene está sangrando. Mucho. No creés que...?" "Qué creo, a ver qué creo???? Creo que lo dejan solo a Messi, y después le pedimos no sé qué mierda, pobre pibe. Solo, solito, él y su alma, contra 11. ¿Y los compañeritos, dónde están los compañeritos de Messi, eh???? Selección de uno es esta: claro, Dios hizo solo el mundo, pero tardó siete días. Sieteeeee, ¿entendés gorda? Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete. Sieeeete. Y pretenden que Messi te gane solo la clasificación en una hora y media. ¿Te das cuenta? No, si es como yo digo, no piensan que Messi es Dios, piensan que es la Naranja Mecánica del 74 de Dioses!!!
Mientras tanto, el pibe se desangra, pero el hombre-fútbol-televisor no lo ve. No es que no le importe perder un hijo. No. No son insensibles al sufrimiento de hijos y aledaños. Es que atraviesan un brote alucinatorio, una epifanía de 90 minutos, que no tiene parangón ni medicación que la alivie. Pasará. Terminará el partido y volverán a ser padres atentos, incluso maridos amorosos. Pero después del partido, gordita. Dale, no jodas. Si el nene sólo tiene un rasponcito, no exageres...
Y sí, tienen razón los hombres. Las mujeres entendemos el fútbol como un juego que entretiene 90 minutos, y que en esos 90 minutos también suceden otras cosas que convocan atención, cuidado. Y las mujeres las atendemos. Porque un offside es sólo la posición adelantada de un tipo que pasó de largo antes que la pelota y el último del equipo contrario, pero no es una ofensa a la Patria ni la razón para invadir Corea del Norte, o mandarlo a Sampaoli a tomar el té con Kim Jong-un. No. Para nada. Una circunstancia fortuita del juego, nada más. Y así sucesivamente con penales, tarjetas amarillas y rojas, corners, fouls, y cuanta situación potencial o real pueda disparar la interacción de 22 individuos llenos de testosterona en una cancha. Piensen en las posibilidades que da el Quini, sólo con unos pocos numeritos: lo que puede pasar en un partido de un juego tan complejo como fascinante como es el fútbol es infinito. Y las reacciones masculinas, también.
Por eso, porque cuando de fútbol se trata, el universo masculino es infinito en palabras y reacciones, aunque todas ligadas y limitadas a lo que sucede dentro de la caja boba -que es apenas un pobre y recortado reflejo de lo que ocurre en el campo de juego-, en esa estructura de pensamiento y comportamiento, es completamente comprensible que ellos piensen que ellas/nosotras no entendemos del tema. Y no. Así no lo entendemos. Así es sólo en Marte: en Venus, chicos, es distinto. En Venus los pibes se rajan la cabeza contra la mesada, tienen hambre y hacen rabietas, se cagan en y fuera de los pañales, el teléfono suena, la comida se pasa, se quema. En fin, no quiero abrumarlos con esas boludeces.
Disfruten. Estamos en Rusia 2018.


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